viernes, 22 de febrero de 2008

CARLOS PAEZ VILARÓ Y SU VISION DE PUNTA DEL ESTE

Uno de los mas reconocidos artistas plásticos Uruguayos, Don Carlos Páez Vilaró es uno de las personalidades mas frecuentemente convocadas para hablar de Punta del Este. Al cumplir su centenario, la comisión de honor de los festejos designó a Páez Vilaró como "padrino" de Punta del Este, en merecido reconocimiento.

A pedido del diario La Nación de Argentina, el maestro escribía el artículo que transcribimos:

"Punta del Este cumplía sus flamantes 17 años el día que yo nací. Mientras de muchacho, llegaba desde Montevideo a disfrutar de sus playas, por algunos memoriosos coleccionistas de recuerdos me fui enterando de su vida lejos de pensar que terminaría afincándome en el lugar.

Una vetusta torre de agua abandonada en el centro de un descampado de la Parada 3, me tentó a mi primer anclaje.

Era una especie de molino deshabitado de aspas, pero ideal para instalar mi atelier puntaesteño. Estaba lejos de imaginarme, que medio siglo más adelante, la torre sería degollada del paisaje para dar lugar al nacimiento del Conrad.

Sin darme cuenta ese molino pasó a convertirse en mi mirador para observar su crecimiento y a la vez en una posta donde recibir a los amigos.

En ese momento los argentinos se sentían sus descubridores y turísticamente lo eran. Al igual que Solís desembarcaron para plantar sus banderas de buen gusto, invirtieron en el lugar, construyeron sus residencias y le inyectaron todo su empuje de pioneros. Viajeros empedernidos como eran, las playas de Europa ya les aburrían y nada tenían de comparable a ese paraíso que tenían a su disposición con sólo cruzar el charco.

Los uruguayos lugareños acompañaron ese ímpetu y de golpe, lo que apenas eran arterias de tierra, pinares y arena, comenzó a transformarse como una escenografía teatral. Impregnados de nostalgia los chalets de teja colorada cedieron el paso a la construcción en altura, fueron podadas las piernas del histórico ferrocarril, el cemento permitió el enlace de la península con Maldonado y el turismo se despertó abriendo las puertas a las posibilidades.

La voz cruzó las fronteras y la invasión de veraneantes motivó de inmediato la creación de mejores servicios. El obrero de la construcción se transformó en camarero, el parrillero se convirtió en chef, el futbolista en “personal trainer”. Para estar a una altura internacional, esa exigencia avasallante, obligó a la creación del sereno, el croupier, el cuidacoche, el salvavidas, o la baby sitter.

Gracias a este ejército de modestos asistentes invisibles, la rueda de Punta del Este no dejó de girar manteniendo su ritmo y afirmando su prestigio internacional.

Al mismo tiempo la actividad social enriqueció la dinámica de los veranos con renovados acontecimientos culturales, o el arribo de artistas, escritores y pintores de renombre.

Por Punta del Este pasaron Omar Sharif, Pier Angeli, Silvina Bullrich, Borges, Neruda, Piazzolla, Quinquela Martín, Mariano Mores, Dominguín, Cantinflas, el Ché Guevara, y el más heterogéneo cortejo de personajes y fueron memorables las conferencias de Rafael Squirru en la Azotea de Haedo, los conciertos en la Catedral de Maldonado, las actuaciones de Vinicius de Moraes en la Fusa.

El tiempo pasó arrasando con apellidos y nacionalidades. Los que antes eran apenas argentinos, ahora son brasileños, ingleses, americanos, guatemaltecos, colombianos, chilenos….

Desde los días iniciales en el Molino hasta la fecha, siento haber aportado con Casapueblo un modesto fragmento dentro de sus transformaciones. Esa experiencia me hace temer en su futuro.

No creo que la belleza de su naturaleza y la calidad de sus habitantes, tenga fuerzas suficientes para fijarle límites a ese avance tentador de la inversión internacional que hoy la desborda.

A esta altura de mi vida y de mis años, confío en la madurez del gobernante para que a partir de este cumpleaños, Punta del Este obedezca a un plan de crecimiento científicamente elaborado evitando que se transforme en un espejo de Miami.

Carlos Páez Vilaró

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